La Real Academia
Española (RAE) es como el acero inoxidable: nada la altera.
Definición
tras definición, hace gala de un gatopardismo –expresión que por cierto no
existe para la RAE, según su diccionario normativo- que sonrojaría hasta el
mismo Giuseppe di Lampedusa. Por ejemplo, no hace mucho se le ocurrió vestirse
de panhispánica, una pose de apertura bajo la cual intenta volvernos a vender
espejitos de colores como si fueran oro en polvo.
Y así, mientras sus
claques se desgañitan propagando su mentado panhispanismo, la RAE nos manda a
guardar definiciones propias de España que contradicen abiertamente el habla de
unos 400 de los 450 millones de castellanoahablantes. El pretender
imponer que las letras b, v y w se llamen be, uve y uve doble, tal como se dice
en la cuna del reino, es sólo uno de los ejemplos.
Su famoso lema ultraconservador de “fija,
limpia y da esplendor” se ha traducido en la práctica en otro tan o más
conservador, pero más pragmático: “cambiar todo para que nada cambie”. En la
lista de modificaciones introducidas en junio en el diccionario de la RAE hay
verdaderas perlas, de las cuales hoy tomaremos sólo una para no abusar del
respetable.
La RAE acepta el matrimonio entre homosexuales,
tituló la inmensa mayoría de los medios que dieron la información sobre los
“revolucionarios” cambios, causando más de un espasmo y alteraciones cardíacas
entre los muchos chupacirios del mundo castellanohablante. Y sí, es cierto que
en la próxima edición del diccionario, bajo el lema “matrimonio”, dirá en sus
primeras dos acepciones lo siguiente:
1. m.
Unión de hombre y mujer, concertada mediante ciertos ritos o formalidades
legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses.
2. m. En determinadas legislaciones, unión de dos personas del mismo sexo,
concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y
mantener una comunidad de vida e intereses.
La trampa salta a simple vista. Uno, que no
tiene título de lingüista pero sí muchos kilómetros de calle empedrada, se
pregunta: ¿no hubiera sido más lógico y sobre todo justo hacer una sola
definición de matrimonio y decir en la primera acepción de la palabra “unión de
dos personas…”? Después se podría aclarar, si se considera necesario, que
algunas legislaciones exigen que el matrimonio sea exclusivamente entre un
hombre y una mujer y otras aceptan la unión sin distinción de sexo.
Pero no, faltaba más. El matrimonio es entre
heterosexuales. Si hay “determinadas legislaciones” que permiten la “unión de
dos personas del mismo sexo”, eso es otra cosa. No vayamos a mezclar el
sacrosanto matrimonio con una unión pecaminosa.
En otras palabras, la realidad legal hace que
la RAE tenga que aceptar la existencia del matrimonio homosexual, a contrapelo
de su adhesión incondicional a los postulados de la Iglesia Católica ApostólicaRomana. Pero lo hace como corresponde, regañadientes. Prueba de ello es que
relega a una segunda acepción lo que sería, según su criterio, otro tipo de
matrimonio, reforzando la idea de algo marginal y su tradicional política
discriminatoria.
Francamente, no sé muy bien por qué me sigue asombrando
la consecuente posición retrógrada de la RAE, sesgo que se traduce en una
concepción elitista e inmovilista de la lengua. Si al franquismo lo califica alegremente
como un movimiento de “tendencia totalitaria” y a una de las dictaduras más
prolongadas y sangrientas del siglo XX la llama “el gobierno del general
Franco”, está difícil que vea la unión legal de homosexuales como un simple y
sencillo matrimonio.
1 comentario:
He leído y tengo que decir: lo de Lampedusa me es claro, pues lo leí. Me temo que aquellos que no leyeron El Gatopardo (o ya no se acuerdan del detalle) tendrán problemas de entender la primera parte y no sabrán ligar la explicación posterior. Pero, nimiedades mías. La RAE (tu análisis me lo hace claro) actuó como Pilatos al querer conservar su puesto de gobernador.
Veo que los de la academia no son de tu agrado (eso creo) como no lo son de mi tampoco. En este mismo artículo criticas su “ordenanza” por la b, v y w; y te olvidaste de la y, al que manda llamar “ye” en vez de i griega (cosa que nosotros en Iquitos veníamos haciéndolo siempre). También noto que te resistes a dejar de acentuar sólo, a pesar de que quienes más escriben solo (por solamente) son los periódicos. Yo también escribo sólo.
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