sábado, 30 de junio de 2012

Real Academia: el matrimonio gay existe, pero separadito



La Real Academia Española (RAE) es como el acero inoxidable: nada la altera.
  Definición tras definición, hace gala de un gatopardismo –expresión que por cierto no existe para la RAE, según su diccionario normativo- que sonrojaría hasta el mismo Giuseppe di Lampedusa. Por ejemplo, no hace mucho se le ocurrió vestirse de panhispánica, una pose de apertura bajo la cual intenta volvernos a vender espejitos de colores como si fueran oro en polvo.

Y así, mientras sus claques se desgañitan propagando su mentado panhispanismo, la RAE nos manda a guardar definiciones propias de España que contradicen abiertamente el habla de unos 400 de los 450 millones de castellanoahablantes. El pretender imponer que las letras b, v y w se llamen be, uve y uve doble, tal como se dice en la cuna del reino, es sólo uno de los ejemplos.
  Su famoso lema ultraconservador de “fija, limpia y da esplendor” se ha traducido en la práctica en otro tan o más conservador, pero más pragmático: “cambiar todo para que nada cambie”. En la lista de modificaciones introducidas en junio en el diccionario de la RAE hay verdaderas perlas, de las cuales hoy tomaremos sólo una para no abusar del respetable.
  La RAE acepta el matrimonio entre homosexuales, tituló la inmensa mayoría de los medios que dieron la información sobre los “revolucionarios” cambios, causando más de un espasmo y alteraciones cardíacas entre los muchos chupacirios del mundo castellanohablante. Y sí, es cierto que en la próxima edición del diccionario, bajo el lema “matrimonio”, dirá en sus primeras dos acepciones lo siguiente:

1. m. Unión de hombre y mujer, concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses.

2. m. En determinadas legislaciones, unión de dos personas del mismo sexo, concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses.

 La trampa salta a simple vista. Uno, que no tiene título de lingüista pero sí muchos kilómetros de calle empedrada, se pregunta: ¿no hubiera sido más lógico y sobre todo justo hacer una sola definición de matrimonio y decir en la primera acepción de la palabra “unión de dos personas…”? Después se podría aclarar, si se considera necesario, que algunas legislaciones exigen que el matrimonio sea exclusivamente entre un hombre y una mujer y otras aceptan la unión sin distinción de sexo.
  Pero no, faltaba más. El matrimonio es entre heterosexuales. Si hay “determinadas legislaciones” que permiten la “unión de dos personas del mismo sexo”, eso es otra cosa. No vayamos a mezclar el sacrosanto matrimonio con una unión pecaminosa.
  En otras palabras, la realidad legal hace que la RAE tenga que aceptar la existencia del matrimonio homosexual, a contrapelo de su adhesión incondicional a los postulados de la Iglesia Católica ApostólicaRomana. Pero lo hace como corresponde, regañadientes. Prueba de ello es que relega a una segunda acepción lo que sería, según su criterio, otro tipo de matrimonio, reforzando la idea de algo marginal y su tradicional política discriminatoria.
  Francamente, no sé muy bien por qué me sigue asombrando la consecuente posición retrógrada de la RAE, sesgo que se traduce en una concepción elitista e inmovilista de la lengua. Si al franquismo lo califica alegremente como un movimiento de “tendencia totalitaria” y a una de las dictaduras más prolongadas y sangrientas del siglo XX la llama “el gobierno del general Franco”, está difícil que vea la unión legal de homosexuales como un simple y sencillo matrimonio.




1 comentario:

Oswaldo (Chacho) D'Acevedo dijo...

He leído y tengo que decir: lo de Lampedusa me es claro, pues lo leí. Me temo que aquellos que no leyeron El Gatopardo (o ya no se acuerdan del detalle) tendrán problemas de entender la primera parte y no sabrán ligar la explicación posterior. Pero, nimiedades mías. La RAE (tu análisis me lo hace claro) actuó como Pilatos al querer conservar su puesto de gobernador.

Veo que los de la academia no son de tu agrado (eso creo) como no lo son de mi tampoco. En este mismo artículo criticas su “ordenanza” por la b, v y w; y te olvidaste de la y, al que manda llamar “ye” en vez de i griega (cosa que nosotros en Iquitos veníamos haciéndolo siempre). También noto que te resistes a dejar de acentuar sólo, a pesar de que quienes más escriben solo (por solamente) son los periódicos. Yo también escribo sólo.