sábado, 12 de mayo de 2012

¡A las barricadas!


Por Luis Carlos Salgado Díaz *

¡Compatriotas hispanohablantes. El castellano os necesita. El enemigo sajón nos invade y ha llegado la hora de luchar y defendernos! ¡Hermanos de América y España. Demostremos que somos dignos herederos del Cid y de Bolívar! ¡Hagamos frente al invasor! ¡A las barricadas, a las barricadas!
Bueno, tranquilos, no me he vuelto loco. Aunque no sé si seré de los pocos, la verdad, porque la soflama bélica con la que he comenzado estas líneas se queda en agua de borrajas comparada con el vocabulario que se está utilizando últimamente a la hora de afrontar el problema de los anglicismos. Y créanme, no les exagero: hace poco más de dos meses las Academias Hispanoamericanas acordaron formar un «frente común» contra el «acoso» al que nos está sometiendo el inglés. Pero no un frente común cualquiera, sino uno que actuará «como una fuerza de choque» y que será «muy beligerante» en la «defensa del idioma».

Esta actitud victimista, pesimista o derrotista —llámenla como quieran— no responde en absoluto a la realidad del idioma, que ha demostrado a lo largo de sus diez siglos de existencia que sabe defenderse solito de la influencia de otras lenguas. Yo confío plenamente en la fortaleza del castellano, principalmente ahora que estamos empezando a aceptar que el español es de todos —y no sólo de los españoles—, que se habla igual de bien -o igual de mal- en todos los países hispanos y que la responsabilidad de utilizar el idioma con gusto, estilo y corrección es tarea común. Esto es lo realmente importante, que la gente sepa que la responsabilidad idiomática es suya.

Sin embargo, lo que me parece bien es la propuesta de las Academias Hispanoamericanas de crear un Diccionario Normativo de Dudas para que podamos tener siempre a mano la traducción en español de los numerosos términos que está creando el inglés en casi todos los campos de la ciencia. Porque no hay duda de que para evitar préstamos de otros idiomas lo mejor que podemos hacer es crear nosotros las palabras. Y aquí radica uno de nuestros grandes problemas, porque desgraciadamente la creación científica -y especialmente en el terreno informático- es uno de nuestros puntos flacos.

El otro es la pedantería y el esnobismo, que por cierto procede del inglés snob, y que significa utilizar palabras y expresiones de otros idiomas a los que se considera más prestigiosos. Así, por esnobismo o por pedantería, solemos decir bacon (léase beicon) por panceta, self service por autoservicio, match ball por pelota de partido, play off por eliminatoria, holding por grupo empresarial, overbooking por sobreventa —o por mala leche, depende de si le toca a uno o no—, tie break por desempate, airbag por protector de aire, o bolsa de aire. En fin, la lista es interminable, todo lo que suena a inglés está de moda. Y la culpa no es de los yanquis o de los pérfidos albiones, la culpa es básicamente nuestra. Especialmente de los medios de comunicación, un territorio salvaje donde cualquier anglicismo es siempre bienvenido, sobre todo si es innecesario y se refiere al mundo del deporte. Y, asómbrense, esto es todavía más común en España que en América. La cuna del idioma va a acabar siendo the cradle of the language.

Ahora se ha puesto muy de moda entre los comentaristas deportivos españoles utilizar la expresión hat trick cuando un futbolista consigue tres goles. Es una voz inglesa que literalmente significa el «truco del sombrero». Viene de una antigua tradición británica por la cual al que destacaba en alguna competición festiva le regalaban un sombrero (antiguamente una prenda de prestigio). De ahí pasó al cricket —un deporte parecido al béisbol donde el que realizaba tres anotaciones con bolas sucesivas conseguía un hat trick— y del cricket al fútbol. En una ocasión le pregunté a un grupo de periodistas qué significaba la dichosa frasecita que repetían constantemente. Nadie supo contestarme salvo lo ya sabido: que era meter tres goles. Uno de ellos me dijo que venía de had three, esto es: «tenía tres» en inglés, quizás imbuido por la semejanza fonética entre hat (sombrero) y had (tenía), y entre three (que suena zree) y trick. Otro, que sabía un poco más de inglés, me explicó que era «sacar un conejo de la chistera», de ahí lo del «truco del sombrero». Una explicación genial, pero inventada. Lo cierto es que ninguno de ellos sabía en realidad de lo que estaba hablando. Y este es el problema: que a menudo en televisión se habla de lo que no se sabe. Basta con que la palabra sea inglesa para que sea utilizada sin más miramientos.

Pero no pretendo ser excesivamente crítico. Creo que es un acierto denominar de una manera especial un lance tan singular en fútbol como es conseguir tres goles. Especialmente en esta época de sequía goleadora. Lo que no me parece bien es utilizar una expresión inglesa que no significa nada para ninguno de nosotros. Sin embargo, lejos de meterme en las trincheras y calar la bayoneta contra este barbarismo, yo veo más acertado pasar a la ofensiva y buscar alguna palabra española que se ajuste a la situación que queremos describir. Dicen que la mejor defensa es un buen ataque, y así voy a proponer algunas opciones a ver qué les parecen a ustedes.

El mejor ejemplo que se me ocurre es «tricornio» por eso de que engloba el concepto de sombrero con el de tres. Lo malo es que no sé si quedará bien. Imagínense: «Tercer gol para Raúl que consigue un tricornio». No sé, no sé... quizás no sea lo más adecuado. Y no lo digo sólo por los tres cuernos... Otra posibilidad es utilizar la palabra «tresbolillo», como ya sabrán una difícil manera de hilar los tejidos. Pero tampoco me acaba de convencer: «Tresbolillo para Raúl que esta noche está inspirado». ¿A ustedes qué les parece? Una que a mí me gusta mucho es «triquitraque», que suena a tres por eso de «tri» y que además tiene que ver con quemar las redes rivales: «Triquitraque para Tsartas...» Otra posibilidad puede ser «trestanto» que significa exactamente eso, tres tantos: «Rivaldo consigue su cuarto trestanto de la temporada». A mí me gusta, la verdad. Aunque quizás lo mejor sea utilizar el simple y contundente «triple», que además, es lo que es y no otra cosa. O crear la innovadora —no figura en el diccionario— «triplete», en clara analogía al ya existente «doblete». Pero me temo que palabra tan castellana y tan simple jamás será aceptada por nuestros comentaristas deportivos a quienes les gusta todo lo contrario a la simpleza.

En fin, de lo que no tengo duda es de que los hablantes suelen ser más sensatos que la mayoría de los periodistas cuando de aceptar anglicismos se trata, y por eso yo soy francamente optimista sobre el futuro del español y las influencias que recibe del inglés. Recuerdo que hace algunos años, un programa de televisión realizó un concurso entre sus espectadores en el que todos podían proponer palabras para decir en español el anglicismo zapping, esto es, cambiar de canal. La palabra ganadora fue «zapear», verbo que también admitía el sustantivo «zapeador» para referirse al mando a distancia. El telespectador que propuso la palabra la hacía derivar de la interjección ¡zape!: echar al gato. Fue un digno ganador. Pero la mejor de las propuestas fue una que, aunque no resultó vencedora, recibió una mención especial por su originalidad. La palabra en cuestión era el verbo «tequiyar». Su autor lo hacía derivar de la expresión castiza y andaluza ¡Te quieres ir ya!, que se suele contraer en ¡tequieriyá! y de ahí «tequiyar». Les confieso que la adopté desde el primer momento y todavía hoy, cuando estoy en casa y oigo a algún locutor deportivo decir que fulanito o menganito ha conseguido un hat trick lejos de mosquearme y parapetarme en la barricada, lo primero que hago es agarrar el zapeador y decir: «¡Ea, tequieriya!»

* Este artículo fue publicado el 15 de mayo del 2000 en el Diario de Andalucía (Sevilla), pero su vigencia es indiscutible.

No hay comentarios: